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El ojo humano —dice Averroes— es como un espejo donde se inscriben las formas de los objetos sensibles, es así que en él se graban las formas de esos objetos. Apenas el sentido común recibe la forma, la transmite a la virtud imaginativa, y después pasa al alma en su capacidad de discernir para —al final— instalarse como recuerdo en la memoria. Platón concibe la memoria unida a las sensaciones, ...