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Platón, a través de una voz sagrada —la de la sacerdotisa de Mantinea— hace al amor hijo de la carencia, por lo que de naturaleza ávida tiene, de ansia, de destrucción. El amor es un proceso del alma humana —tormento divino— en el que el padecer es alimento. Pues la percepción del semejante es secreta, ocurre en la interioridad, en ese adentro que es nuestro espacio. Muy pronto en el amor «lo o...